El principio precautorio: la necesidad de su aplicación en el Fiordo Comau
*Columna de opinión para Salmonexpert de Vreni Häussermann, Investigadora en la Universidad San Sebastián.
Durante casi 20 años estuve enfocada en realizar, atraer y fomentar investigación científica con el fin de generar información para un uso sostenible de los recursos naturales en la Patagonia chilena. Hoy, después de más de mil inmersiones y más de 1.900 especies identificadas, construimos una muy buena imagen de la vida marina bentónica.
Los patrones encontrados revelaron un ambiente marino sumamente heterogéneo, distribuciones parcheadas con altas tasas de endemismo y muchos hábitats que dependen del trabajo constructor de ciertos organismos. Documentamos unas 200 especies nuevas para la ciencia, en algunos grupos dos de tres eran desconocidos.
La diversidad en la Patagonia en promedio es 2-3 veces más alto que en la costa más al norte, con algunas especies y biocenosis sumamente escasas y restringidas a zonas específicas en fiordos y canales. Los bancos de corales de aguas frías restringidas a los fiordos Reloncaví, Comau y Reñihue son solamente un ejemplo.
Estudios oceanográficos revelaron un sistema altamente dinámico con ciclos y diferentes períodos, interfiriendo con eventos erráticos, cambios y transformaciones lentas y graduales, entre los cuales el cambio climático es solamente uno. Estamos lejos de entender todo y los modelos muestran todavía muchas deficiencias.
Mientras más datos generamos, más lejos parece nuestra meta de dar recomendaciones científicamente fundadas de cómo realizar actividades impactantes sin causar daños persistentes o irreversibles. En un ambiente donde desconocemos muchos elementos y sus requerimientos ecológicos, es imposible definir cuanto impacto soportan.
Sin embargo, durante los últimos 20 años observamos cambios importantes en el fiordo Comau. La producción primaria entre los años 1990 y 2010 al menos se ha duplicado. Entre 2003 y 2013 registramos una baja gradual de un 75% en la cobertura bentónica de gorgonias, sensibles a sedimentación y eutrofización, y una reducción drástica en la abundancia de varios crustáceos.
En 2012, la hipoxia producto de una floración de algas provocó la mortalidad de los bancos de corales a lo largo de 15 km de la costa. La cantidad de mamíferos y aves marinas ha disminuido significantemente y la pesca artesanal prácticamente colapsó.
Esta degradación no solamente la observamos en el fiordo Comau, por ello propusimos una red de áreas marinas protegidas, con suficientes zonas de “no tocar”. El fundamento de esta propuesta es que sabemos que el mar patagónico chileno alberga ecosistemas únicos en el mundo, con componentes muy frágiles, que hoy o en un futuro cercano nadie será capaz de definir con certeza cómo reducir el impacto de las actividades a un nivel que no cause degradaciones graves, persistentes o hasta irreversibles. El principio precautorio en estos casos obliga a dejar suficientes espacios libres de impacto.
En el fiordo Comau la degradación ambiental observada y documentada ha ido acompañada por un aumento de la producción salmonicultora. Tomando en cuenta que cada tonelada de salmónidos vierte al agua sustancias con efecto fertilizante parecido, en calidad y cantidad, a las de 10 personas, esto significa que el fiordo recibe la carga equivalente a una ciudad muy grande y sin tratamiento.
No hay que ser científico para visualizar que en un fiordo que renueva sus aguas solamente 2-3 veces al año, tal carga puede tener efectos significativos. Como científica soy prudente en atribuir causalidades, la salmonicultura no es el único factor que causa impacto en este fiordo, la FAN reciente fue causada por la coincidencia de varios factores como elevada radiación y temperatura del agua, bajas precipitaciones y alta concentración de nutrientes en el sistema.
Para Comau podemos excluir la población humana, la agricultura y la deforestación como fuentes significantes de estos nutrientes, entonces sería una omisión el no observar críticamente esta correlación. Además, la actividad salmonicultora es el único factor importante que podemos manejar en forma significativa de los que puede haber contribuidos a las degradaciones graduales y a la última FAN. Parece que esta vez salimos sin mayores perjuicios de las FAN, a pesar del daño económico.
Pero tomando en cuenta la unicidad, complejidad y fragilidad de los ecosistemas marinos en la Patagonia chilena, y en base al conocimiento actual, antes de obtener y analizar los datos e información ambiental para excluir potenciales riesgos, puedo concluir que es ecológicamente irresponsable continuar con el cultivo de salmónidos en jaulas abiertas a escala industrial en áreas con insuficiente recambio de agua y/o con ecosistemas vulnerables. Esto además es una violación al compromiso con la Convención de Diversidad Biológica (CBD), sin embargo, existe un informe técnico N° 154-2016 con la propuesta de reglamento sobre la operación de régimen de ecosistemas marinos vulnerables que aplica para la pesca, y no así para la acuicultura, lo que es muy preocupante.