Puchi argumenta falta de voluntad política en regulación de la salmonicultura
Chile: El presidente de Aquachile aclara que, si bien la industria salmonicultora ha cometido errores, ha sido constante blanco de ataques políticos. Destaca igualmente que este año ha sido histórico en cuanto a precios, lo que prospecta un buen 2018. Además, adelanta que espera que la producción de la industria bordee las 750 mil toneladas.
Una extensa entrevista brindó Víctor Hugo Puchi al diario La Tercera, en la que realizó un análisis de diversas materias que hoy aquejan a la industria salmonicultora nacional, como el momento político, las regulaciones y los precios de exportación. De hecho, la semana pasada estuvo en Amsterdam, Holanda, invitado por Rabobank y WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) para exponer sobre la experiencia chilena en materia de sustentabilidad.
-Hoy, ¿cómo es percibida afuera la industria chilena?
Desde el Chile de 2007 y 2008, cuando se concentró la crisis del ISA, ha habido un gran progreso regulatorio. El Estado se empoderó con facultades legales para poder contener y actuar frente a emergencias sanitarias. Se cambió el modelo de producción, nacieron los barrios, la rotación de cultivos, las obligaciones de levantar banderas a tiempo para que cada uno en su lugar de trabajo pueda advertir cuando hay un problema. Eso se logró. Y ese proceso se ve muy bien de afuera, han visto a un Chile actualizando sus normas.
-En Chile, la industria no goza de esa misma etiqueta reputacional. ¿Por qué?
La industria del salmón es un caso ejemplar en emprendimiento y desarrollo. Partimos hace 30 años con recursos limitados y logramos construir una posición de liderazgo mundial, abasteciendo de alimentos saludables y confiables los mercados más exigentes del mundo. Hemos logrado distinguir la calidad del salmón chileno en todos los mercados donde exportamos, sin embargo, en Chile no hemos conseguido conquistar ese reconocimiento.
-¿Qué autocrítica hacen?
Hemos sido poco proactivos en explicar y transmitir cómo se produce el salmón, sus beneficios, las distintas etapas del proceso productivo, el aporte que generamos. A lo mejor vamos a tener que invertir y hacer el esfuerzo de educar sobre nuestro proceso productivo y el impacto que este tiene en regiones.
Además de esa falencia, hay que reconocer que por mucho tiempo la industria se volcó al mercado externo, sin considerar interesante el mercado local, porque era de tamaño pequeño. Nos alejamos de lo doméstico, de lo interno. Hace unos años, nosotros como AquaChile empezamos a mirar hacia adentro y a abrir tiendas para acercar nuestro producto a la gente y a hacerlo accesible.
Deuda con las zonas australes
-El sector aún tiene la asignatura pendiente de lograr ser sustentable. ¿Por qué?
Vamos en esa dirección. Aunque hay que tener claro que las próximas etapas nunca se van a terminar, porque vivimos en un modelo productivo que depende de la biología, del clima y que es dinámico.
-¿Los empresarios entienden que debido a esa misma dinámica cada cierto tiempo habrá nuevas regulaciones?
En la gran mayoría hay conciencia. A veces uno se siente sobrerregulado por medidas que fueron estrictamente necesarias y justificadas cuando estábamos en pañales, y que quedaron obsoletas. Casi todas las normas que se han establecido son de prevención y de contención sanitaria. Hay que ir liberándolas para no perder eficiencia. Es una exigencia permanente poner el foco de las regulaciones en los temas más vigentes, en las nuevas tareas. La autoridad es la que tiene la obligación de definir.
-¿Y cómo lo ha hecho la autoridad?
El Estado tiene una gran deuda con las regiones australes, donde el salmón, en tres décadas, ha llegado a ser la fuente de empleo y desarrollo más relevante. Hemos gastado mucho tiempo y recursos en preocuparnos de la microrregulación, descuidando definir las reglas del juego en temas tan importantes como compartir el uso de los recursos de agua con distintos grupos sociales.
Por ejemplo, en los caladeros de pesca se dan derechos preferentes a los pescadores con prelación sobre el cultivo marino. Lo mismo ocurre con la Ley Lafkenche, donde se da prioridad a los pueblos originarios por sobre los pescadores artesanales y se congelan las peticiones previas de quienes cultivan el mar. Estas medidas dividen a Chile en ciudadanos de distintas categorías. Se necesita una política de convivencia que integre de manera armónica a todos quienes vivimos del mar.
Lea la entrevista completa en La Tercera