Lecciones para convivir después de la crisis
Chile: Luego de seis meses de ocurrida la crisis socioambiental de Marea Roja, que se desarrolló por casi tres semanas y que mantuvo a Chiloé, Calbuco y Maullín en alerta y a todo un país atento a lo que pudiera suceder, es tiempo de analizar, desde diversos puntos de vista, las oportunidades que traen aparejadas las crisis.
Fue un comienzo de año que el mar de la Región de Los Lagos, sin duda, quisiera olvidar. La primera alarma se dio en la salmonicultura, cuando una floración de algas nocivas (FAN), literalmente estaba “ahogando” a los peces en los centros de cultivo. Esto significó la mortandad de 40 mil toneladas de peces con la consiguiente complejidad económica y laboral para las empresas productoras afectadas. Sin embargo, casi 5 mil toneladas no cumplían con las condiciones para ser procesadas y tuvieron que ser vertidas en el mar. Esto, basado en estudios científicos previos y autorizaciones de los organismos competentes, con la finalidad que esta mortalidad no afectara otros recursos marinos de gran importancia para la economía de la región.
A los pocos días del vertimiento de salmones, se encendían nuevamente las alarmas, ya que un nuevo florecimiento de algas nocivas estaba afectando seriamente las costas de la Isla de Chiloé, Calbuco y Maullín. Alexandrium catenella arremetió con una intensidad nunca antes vista y generó lo que todo Chile conoció como la crisis de la Marea Roja. Esto, porque se vio afectada la fuente laboral y el sustento de cientos de pescadores artesanales, recolectores de orilla y toda la cadena productiva que por generaciones ha vivido de lo que extrae del mar. Por casi tres semanas Chiloé, Calbuco y Maullín se mantuvieron en pie de guerra pacífica para esclarecer los hechos y encontrar la respuesta a la catástrofe que estaban viviendo. Porque el convencimiento general es que el vertimiento de salmones fue el causante de la Marea Roja.
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