La cultura del robo

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POR CHRISTIAN PÉREZ MALLEA EDITOR christian@salmonxpert.cl

El rumor es cierto. Hay varios letreros en Europa que dicen “si sorprende a un chileno robando, no lo denuncie, porque esa conducta es parte de su naturaleza”, “Chileans may steal in this area. Remember that theft is part of their culture”, y otros del mismo tenor.  ¿Podría estar ahí la explicación a porqué la industria salmonicultora chilena pierde US$ 100 millones al año como resultado del robo de pescados? Quizás no, pues en este caso no se trata sólo de robo o hurto simple, sino que existirían mafias organizadas detrás de los atracos y abigeato, con gran capacidad logística y de recursos, para incluso intimidar a quienes cuidan los peces o huir de la autoridad en caso de ser necesario.  Recientemente, el gerente general de Los Fiordos, Sady Delgado, denunció ante un medio de circulación nacional que cerca de 40 toneladas de salmón fresco son vendidos a la semana en Santiago, en circunstancias que las empresas productoras no destinan estas presentaciones al mercado doméstico. Para llegar a sus clientes, los delincuentes recurrirían a todo un entramado de transacciones que les permitirían “blanquear” el origen de esos pescados.  A pesar de los esfuerzos realizados por las fiscalías regionales, la Armada, PDI y Carabineros, no se vislumbra una solución fácil. Probablemente, además de apuntar a las bandas de criminales, también habría que centrar esfuerzos en aquellos consumidores que generan la demanda por dichos productos. Con gran éxito lo consiguió la banda metalera Iron Maiden, quienes al ver la masiva descarga ilegal de sus canciones, decidieron optar por una respuesta alternativa y, en vez de tomar acciones legales, reorientaron un mayor número de conciertos hacia aquellos países que más “pirateaban” su música.  Acercarse más a los consumidores nacionales, especialmente al sector abastecido con producto robado, junto con conocer su demanda y satisfacerla, podría ayudar a mitigar este problema. Quizás.  Otro importante ilícito que ocurre al interior de la industria se ve aún más complejo: el robo de petróleo. No obstante, una diferencia elemental que tiene con el salmón fresco, es que este hidrocarburo sí es comercializado al interior de nuestras fronteras.  En este caso, numerosas embarcaciones que operan en el sector son cotidianamente víctimas del hurto de combustible, el que luego es vendido a precios incluso inferiores a la mitad del valor que éste tiene en el mercado nacional.  Aquí también se estaría en presencia de organizaciones delictuales bien estructuradas, con armas, embarcaciones y toda la logística y recursos necesarios para cometer sus fechorías. No se trata de una sinopsis de la película Mad Max. No vivimos el apocalipsis de la civilización y tampoco sufrimos ante tal escasez de petróleo. Esto ocurre con frecuencia, especialmente en Chiloé y la Región de Aysén.  Sólo las naves mayores que prestan servicios a la acuicultura nacional consumen conjuntamente más de 10 millones de litros de petróleo al año. Algunas de ellas ya han implementado dispositivos electrónicos que llevan un registro de sus existencias de crudo, mientras otras actúan basadas en la buena fe en sus tripulaciones. Además, lo extenso de los trayectos surcados por estas embarcaciones, hacen de una eventual fiscalización policial algo bastante improbable.  Sin embargo, la variable más influyente en ambas situaciones, es que existe un número importante de inescrupulosos dispuestos a adquirir producto robado, sea este salmón o petróleo.  Puede que ahí esté el rasgo cultural del robo que es más propio de nuestra idiosincrasia.