Héctor Guzmán, Senior Business Developer de Serpram, empresa Suez. Foto: Cedida.

Nueva normativa de olores: el primer paso de muchos

Chile: Actualmente en Chile, se está evaluando normar la emisión de olores en rubros como las plantas procesadoras de salmón, afirma Héctor Guzmán, Senior Business Developer de Serpram, empresa Suez.

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Desde hace un par de años, la autoridad medioambiental ha desarrollado una serie de iniciativas para generar una normativa que permita, por un lado, que las empresas tengan reglas claras para su desarrollo y, por otro, proteger a las comunidades del impacto que generan algunas de las etapas productivas de industrias instaladas en el entorno.

A través de la siguiente columna de opinión, Héctor Guzmán, Senior Business Developer de Serpram, empresa Suez, detalla las implicancias de la nueva normativa de olores en industrias chilenas como la salmonicultora.

“En este proceso, la reciente publicación del anteproyecto de la Norma de Emisión de Contaminantes en Planteles Porcinos, la primera de su tipo en Chile, es sin duda un importante avance, particularmente para la Región Metropolitana y la Región del Libertador Bernardo O´Higgins, que concentran más del 70% de los planteles de producción de cerdo a nivel nacional.

Esta iniciativa es el primer paso de muchos más. Actualmente, también se está evaluando normar la emisión de olores en otros rubros, como en plantas procesadoras de recursos hidrobiológicos, de tratamiento de aguas servidas, de celulosa y de disposición final de residuos, consideradas entre los grandes emisores de olor junto a otros sectores que esperamos puedan incorporarse pronto a la lista en estudio.

Hace algunos años, muchas de estas instalaciones industriales estaban en zonas aisladas, pero, con el tiempo, han sido alcanzadas por el crecimiento urbano. Un ejemplo de ello es la industria salmonicultora, que en los últimos 30 años se ha convertido en un foco de desarrollo para las ciudades donde opera. Esto significa también que ha debido aprender a gestionar el impacto en el entorno que puedan tener sus planteles de crecimiento, plantas de proceso, producción y almacenamiento de alimento, entre otros. Una norma en este sector permitiría, por un lado, dimensionar junto con las empresas su potencial emisión de olores y, por otro, la protección del medio ambiente y de las comunidades locales. 

Esto cobra especial relevancia, si se consideran los efectos que la contaminación ambiental por olores puede tener. Algunas comunidades expuestas en forma frecuente a situaciones como esta, han reportado síntomas físicos tales como dolores de cabeza, náuseas, irritación de las mucosidades e, incluso, molestias gástricas. Pero, sin duda, el principal problema para la gran mayoría es estar expuestos a olores molestos o desagradables en sus hogares, con el impacto que significa para su salud mental y su calidad de vida en general. A esto, hay que sumar otras consecuencias como la estigmatización social de quienes viven en ese sector y, en casos extremos, un daño económico por la devaluación de las propiedades.

El aporte de esta normativa va precisamente en este sentido, dado que pone límites de emisión, además de integrar prácticas operacionales, planes de prevención, procesos de verificación de cumplimiento y otros aspectos que permitirán evaluar el comportamiento de las empresas en el tiempo, y fortalecer el control y gestión en esta materia.

También es importante considerar que esta norma se ha planteado en un formato que permite ir avanzando paulatinamente en los distintos rubros, lo que dará tiempo suficiente a industrias nacionales como la salmonicultora para orientar sus procesos productivos a fin de minimizar la emisión de olores que pudieran impactar a sus vecinos, a través de la integración de prácticas operacionales, nuevas tecnologías, manejo de materias primas, almacenamiento eficiente de subproductos, entre otras soluciones.

No obstante, es importante destacar que, para obtener resultados satisfactorios, se debe tener presente que la contaminación por olor es un problema multifactorial, que depende de diversas variables como la interacción de los procesos al interior de las empresas, las condiciones meteorológicas, la geografía de la zona, entre otras. Por eso, al momento de abordar este fenómeno es relevante la participación de especialistas, además de contar con las tecnologías y equipos adecuados para controlar, modelar o mitigar de manera efectiva el impacto y los posibles eventos asociados.

A esta evaluación integral, se debe sumar un abordaje que incluya a la comunidad. Las experiencias más exitosas en esta materia han sido aquellas en que se trabaja en forma conjunta, creando vías de comunicación expeditas para los comentarios de los vecinos y canales eficientes para gestionarlos”.