Cómo la salmonicultura ha puesto foco en bioseguridad, prevención y bienestar animal
Chile: “No basta con preparar a los gerentes y a los profesionales que están en la industria. La información tiene que fluir hacia las personas a cargo de la producción”, afirmó la Dra. Sandra Bravo.
En el marco de la realización en Puerto Varas de la 3º edición del Summit Latinoamericano de Sostenibilidad Pesquera y Acuícola, organizado por Consejo Mexicano de Promoción de los Productos Pesqueros y Acuícolas (Comepesca), durante tres días se han realizado diversas charlas, sesiones plenarias y paneles simultáneos, donde se han reunidoexpertos para compartir experiencias, información y planes de acción futuros, compromisos y proyectos, con el fin de avanzar para crecer y consolidar el movimiento de productos del mar, pesca y acuicultura sostenibles en esta región en América Latina.
Uno de los paneles que se llevó a cabo ayer fue “Presente y futuro de la Acuicultura” en el cual estuvieron presentes la Dra. Sandra Bravo, académica e investigadora del Instituto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile; Rolando Ibarra, senior en sustentabilidad del Monterey Bay Aquarium, Branco Papic, presidente de AmiChile y Manuel Lepe, director de Neminatura en México.
En su exposición, Sandra Bravo se refirió a los desafíos de la acuicultura, los aspectos ambientales y sanitarios. “La producción acuícola mundial se desarrolla principalmente a pequeña escala, siendo la producción de salmón la excepción. Y en Chile, tenemos desarrolladas las dos áreas. Sin embargo, se señala que el crecimiento acuícola se ha producido, a menudo, a costa del medio ambiente, por lo que el desarrollo acuícola sostenible es esencial para atender la creciente demanda de alimentos acuáticos. Y de eso, tenemos que hacernos cargo todos”.
A juicio de la investigadora, Chile es un actor tremendamente relevante dentro de la acuicultura mundial, “lo que nos hace tener que ser muy responsables con respecto a la producción acuícola que estamos desarrollando en el país”.
Siendo la acuicultura chilena la tercera actividad económica más importante y la segunda actividad exportadora, “por lo que no esperamos que la acuicultura desaparezca y esforzarnos porque sea sostenible en el tiempo”, puntualizó Bravo.
A juicio de la académica, en los últimos años se ha visto una gran presión sobre la acuicultura intensiva, principalmente sobre la salmonicultura, ya que hay una serie de impactos asociados a la producción de salmones. “Se habla de un deterioro del medio ambiente acuático, de los fondos marinos, generación de sulfuro de hidrógeno, y afectación a los otros organismos que habitan en el mar. ¿Y cómo minimizamos estos impactos? En ausencia de medicamentos y de vacunas efectivas para combatir las enfermedades que afectan a los animales acuáticos, se ha puesto foco en la bioseguridad, prevención, y en el bienestar animal, con el objetivo de entregarle a los peces las mejores condiciones para que no se enfermen y así no usar antibióticos”.
Otro de los puntos en el que se ha puesto foco, según la investigadora, es que la investigación ha estado centrada en la búsqueda de fuentes alternativas para el reemplazo de harina y aceite de pescado en las dietas para la acuicultura.
“También se desarrolla el monitoreo de las alteraciones ambientales generadas por la producción intensiva y definición de máximas biomasas que puede soportar el cultivo. Es aquí donde la industria del salmón tiene una presión muy grande por parte del Ministerio de Medio Ambiente, para que haga bien las cosas”, argumentó la experta.
Para la académica, la educación y capacitación del personal que se desempeña en la producción acuícola, en bioseguridad y buenas prácticas de producción es fundamental. “No basta con preparar a los gerentes y a los profesionales que están en la industria. La información tiene que fluir hacia las personas y colaboradores que construyen la industria, que están en el día a día, a cargo de la producción”.
De acuerdo con lo manifestado por la profesional, otro punto relevante es la implementación de regulaciones que permitan que la actividad acuícola se desarrolle en armonía con el medio ambiente y sea sostenible en el tiempo. “Pero estas regulaciones deben ser atingentes y focalizadas, porque necesitamos una acuicultura sustentable y sostenible en el tiempo, porque es muy importante como generación de beneficio económico para nuestro país”.
Impacto de antibióticos
En tanto, Rolando Ibarra, se refirió a los “Desafíos en el uso e impacto de los antibióticos en la acuicultura global” y el trabajo que lleva adelante en esa materia el Monterey Bay Aquarium Seafood Watch.
“Las actividades económicas que hacen uso del océano son importante para el desarrollo de algunos países, pero deben hacerse de forma responsable y sustentable, ya que la ONU y FAO han declarado que la acuicultura es una fuente para la seguridad alimentaria”, destacó el profesional.
Según lo mencionado por Ibarra, la ONG se encuentra trabajando, hace algún tiempo, en el impacto de los antibióticos a nivel ambiental pero también desde el punto de vista social, cuáles son las principales motivaciones e implicancias de su uso desde una perspectiva socioeconómica. “Es complejo tener un storytelling del uso de antibióticos como el que existe detrás del plástico, la contaminación que genera, las campañas que se han hecho para disminuir su uso. Sin embargo, en el uso de químicos, no existe un relato o imágenes para poder concientizar a la industria, los usuarios del borde costero o las comunidades”.
Desde el punto de vista del impacto medioambiental, se identificaron tres potenciales puntos. “Es importante recalcar que se requiere más información, más ciencia e inversión en ciencia para entender este fenómeno, en particular en sistemas que son complejos como el océano. El primer impacto es en organismo que no son target, como peces y crustáceos que eventualmente tienen afecciones bacterianas producto del consumo de antibióticos. El segundo punto se relaciona con la resistencia antimicrobiana, particularmente en zonas donde la actividad humana está relacionada con la actividad acuícola. Y en tercer lugar, y quizás el más importante, es que los antimicrobianos afectan los ciclos bioquímicos que suceden en los océanos, incidiendo en el reciclaje de los nutrientes”, mencionó el investigador.